Las mujeres siguen siendo su principal víctima, pero también entran en el ránking varones y niños
Un espejo. Un cuerpo adolescente. Una mirada triste. Una ambición equivocada. De repente, la imagen del espejo se deforma en el cerebro: el cuerpo se infla como un globo y aparece la ira. Ante todo esto, la decisión final: no comer. Así se siente un enfermo de anorexia cuando la enfermedad se ha asentado.
Esta clase de trastorno de la conducta alimentaria ha hecho estragos en la población adolescente de todo el mundo. La anorexia se presenta como un futuro jinete del apocalipsis en Occidente, región del planeta donde nació como enfermedad en los sesenta.
La incidencia en la población mundial es de 5-10/100.000 personas, aunque el porcentaje de afectados puede aumentar en determinadas profesiones y los llamados grupos de riesgo, diabéticos, homosexuales varones, etc .
Acercarse un poco más a los números supone contemplar la realidad de la anorexia en nuestro país: según datos del Insalud, en el año 2000 se produjeron hasta 306 ingresos hospitalarios por esta enfermedad. Incluso el índice de mortalidad por causa de este transtorno de la conducta alimentaria (TCA), alcanza en España el 4% según el Ministerio de Sanidad.
La inhabilitación prolongada y severa para comer que produce la AN trae consigo una rápida y fuerte pérdida de peso.
La complejidad del fenómeno ha ido evolucionando con el entendimiento de la enfermedad. El gobierno español ha creado protocolos para su estudio y tratamiento; y las cifras presupuestarias para los proyectos de lucha crecen progresivamente.
Sin embargo todavía no se sabe cuál sería la solución definitiva para eliminar la anorexia de la vida adolescente. Ni tampoco hay ninguna institución oficial que se arriesgue a ofrecer cifras definitivas de la incidencia del fenómeno en global en nuestro país.
En Cataluña acaba de emprenderse un proyecto pionero. La Generalitat junto con el Instituto de Transtornos Alimentarios (ITA) ha promovido la creación de pisos tutelados para el seguimiento de pacientes que padecen TCA. Las personas aptas para vivir en ellos, se encuentran en una fase de mejora evidente en la enfermedad. Se han recuperado física y mentalmente de una forma notable y su conflictividad familiar también se ha reducido.
Es una opción a la hora de tratar la enfermedad cara a cara. La medicina todavía trabaja en cómo luchar contra ella y derrotarla al 100%. Sin embargo, este ejemplo barcelonés hace referencia a la última etapa de un largo y pesado viaje. Este viaje es una enfermedad capaz de acabar con la vida de su víctima; por tanto, llegar a un buen fin no siempre es posible. Pero no es tan difícil empezar.